Oliverio girondo 20 poemas pdf


















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There are no reviews yet. Download Free PDF. Laura M. Download PDF. A short summary of this paper. Te abraza O. A veces los nervios se destemplan Se pierde el coraje de continuar sin hacer nada Y se encuentran ritmos al bajar la escalera, poemas tirados en medio de la calle, poemas que uno recoge como quien junta puchos en la vereda.

Lo que sucede entonces es siniestro. El pasatiempo se transforma en oficio. Nos ruborizamos si alguien nos mira la cabeza. Yo no tengo, ni deseo tener, sangre de estatua.

Mientras las viejecitas, con sus gorritos de dormir, entran a la nave para emborracharse de oraciones, y para que el silencio deje de roer por un instante las narices de piedra de los santos.

Douarnenez, julio, Salen unos ojos pantanosos, con mal olor, unos dientes podridos por el dulzor de las romanzas, unas piernas que hacen humear el escenario. La camarera me trae, en una bandeja lunar, sus senos semi-desnudos Brest, agosto, Piernas amputadas. Cuerpos que se reintegran. Cabezas flotantes de caucho. La sombra de los toldos. Los ojos de las chicas que se inyectan novelas y horizontes. Hay quioscos que explotan la dramaticidad de la rompiente. Sirvientas cluecas.

Sifones irascibles, con extracto de mar. Rocas con pechos algosos de marinero y corazones pintados de esgrimista.

Bandadas de gaviotas, que fingen el vuelo destrozado de un pedazo blanco de papel. Mar del Plata, octubre, Buenos Aires, noviembre, Pasan unos senos bizcos buscando una sonrisa sobre las mesas. En un quinto piso, alguien se crucifica al abrir de par en par una ventana.

Me siento tan lleno que tengo miedo de estallar Machos que se quiebran en un corte ritual, la cabeza hundida entre los hombros, la jeta hinchada de palabras soeces. Hembras con las ancas nerviosas, un poquitito de espuma en las axilas, y los ojos demasiado aceitados.

De pronto se oye un fracaso de cristales. Las mesas dan un corcovo y pegan cuatro patadas en el aire. Junto con el vigilante, entra la aurora vestida de violeta. Fachadas que reintegran tapices persas en el agua.

Remos que no terminan nunca de llorar. Al pasar debajo de los puentes, uno aprovecha para ponerse colorado. En los "piccoli canali" los gondoleros fornican con la noche, anunciando su espasmo con un triste cantar, mientras la luna engorda, como en cualquier parte, su mofletudo visaje de portera.

Venecia, julio, Las chicas de Flores, se pasean tomadas de los brazos, para transmitirse sus estremecimientos, y si alguien las mira en las pupilas, aprietan las piernas, de miedo de que el sexo se les caiga en la vereda. Buenos Aires, octubre, Europeos que usan una escupidera en la cabeza. Palmeras, que de noche se estiran para sacarle a las estrellas el polvo que se les ha entrado en la pupila.



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